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La noche en que Alonso Solís tuvo una pistola pegada a su cabeza

Cuatro encapuchados llevaron al futbolista a un recorrido de terror en el 2006

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El final del 7 de diciembre del 2006 quedó como un recuerdo ingrato en la memoria de Alonso Solís a pesar de que había estado en una celebración importante.

El Mariachi había asistido a la boda de su excompañero y amigo Christian Bolaños, pero la velada no se cerró con un tranquilo regreso a casa sino todo lo contrario.

Cerca de la medianoche, el jugador iba con Amalia Benavides, quien era entonces su esposa. Había terminado el festejo por el matrimonio de Bolaños y se dirigían a la casa, en Villas de Ayarco, Curridabat. Nada hacía pensar que algo terrible estaba por ocurrir.

Cuando la pareja pasaba cerca de la iglesia católica de San Francisco de Dos Ríos cuatro hombres encapuchados salieron de dos carros y prensaron el BMW de Alonso. Un carro se puso al frente y otro detrás. Era imposible hacer algo. Solís bajó el vidrio y en ese momento uno de los hombres disparó tres veces al aire y le ordenó a la pareja bajar del BMW.

Así comenzaron dos horas de pesadilla. La experiencia marcó la vida de Alonso.

“Sentir una pistola en la cabeza, apuntándote, es algo que se siente como un frío terrible por fuera y por dentro, pasar cualquier momento en una situación así es durísimo, uno piensa muchas cosas”, comentó al recordar aquel día.

Alonso pensó al inicio que los delincuentes querían el BMW, pero estaba equivocado. Ellos iban por plata.

Empezaba para Alonso lo que se conoce como secuestro exprés o “paseo millonario”, que consiste en retener a una persona durante un tiempo (generalmente corto) para llevarla a cajeros automáticos a que saque plata y la entregue. Tiempo atrás se daba con cierta frecuencia en Costa Rica.

A Alonso lo separaron de su esposa para llevarse a uno a sacar la plata y quedarse con el otro como rehén.

A Amalia la mantuvieron en el BMW y a Alonso se lo llevaron a sacar la plata e incluso lo amenazaron con matarlo.

“En el momento uno no sabe lo que está pasando y entra en shock. Pensé que nos robarían el carro y listo, lo más difícil fue cuando se la llevaron a ella, no sabía si la iban a violar o qué. Fueron momentos de mucha tensión”, señala.

Lo que llevó a los delincuentes a escoger a sus víctimas fue el carro que manejaba Alonso. El BMW les llamó la atención y decidieron atacar. Se puede decir que la familia del exjugador morado estuvo en el lugar incorrecto en el momento incorrecto porque cuando los maleantes reconocieron a Solís hasta se sorprendieron.

“Tuvieron una conversación muy rápida, pero continuaron con su plan y me llevaron entonces a dar el famoso paseo millonario”, recordó.

Pidieron un gol

Los medios de comunicación que entonces dieron cuenta del hecho destacaron que los delincuentes le dijeron a Solís que ellos eran saprissistas y que lo admiraban como futbolista y que ojalá hiciera por lo menos un golcito en el partido que los morados jugarían el domingo que seguía contra el Puntarenas FC (se disputaban las semifinales del torneo Apertura 2006).

En medio del paseo millonario, Alonso tenía la cabeza puesta en su esposa, en lo que estaría viviendo.

“Yo lo que más temía en ese momento era por ella, qué estaba pasando con Amalia. En mi desesperación les dije a los tipos que si le hacían algo a ella que mejor me mataran porque los iba a encontrar y los iba a matar yo. Al final me la pusieron por un radio y me dijeron que no habría problema”.

Los maleantes querían sacar ¢4 millones de las cuentas del jugador, pero él no tenía esa cantidad y al final solo se pudieron llevar ¢300 mil, en parte porque los cajeros no dejaban sacar sumas muy altas.

Solís no vio con exactitud los lugares por los cuales lo llevaron en aquel recorrido de terror porque anduvo siempre con la cara tapada. Solo le quitaron la venda al puro final.

"Nos soltaron en la pista, por el Saprissa, la vía que va hacía La República, ahí nos dejaron con el carro y todo. Esa fue mi sorpresa, a mí nada más me dijeron ‘bájese, ahí está su esposa en el carro’. Lo hice, no sabía dónde estaba, me sentía como desorientado.

“Cuando entré a mi carro Amalia estaba en shock completamente, fue el momento más difícil de su vida y de la mía, ser secuestrado así es durísimo, yo me pude reponer mejor, pero Amalia estuvo como mes y medio sin salir de la casa y cuando lo hizo le puse seguridad para que anduviera tranquila. A ella se le dio mucho”, recordó.

A pesar de la terrible experiencia, Alonso se presentó a entrenar horas después del “paseo millonario” y les contó a los compañeros lo que había pasado.

Tres de los responsables del hecho no pudieron salirse con la suya. Fueron identificados por la Policía y detenidos en marzo del 2007, dos eran de apellido Mejía (29 y 30 años) y otro de apellido Miranda, de 27 años. Dos quedaron en libertad por falta de pruebas, pero el Mejía de 30 años si quedó guardado pero por otro delito.

"Según voceros de la Corte Suprema de Justicia, el OIJ no pudo reunir suficientes pruebas contra los sujetos y, tras ser indagados, el Juzgado Penal de Goicoechea no encontró evidencias para incriminarlos con ese atraco", indicó el periódico La Nación en una nota del 14 de marzo del 2007.

Alonso sospechaba qué pasaría en el caso y no se quiso desgastar en el proceso penal. Ya desde el inicio había dicho que no denunciaría.

“Me di cuenta rápidamente quiénes era y los atraparon, al final no quise declarar porque en realidad me dan pereza las leyes de acá y no quería perder tiempo en eso, sabía que los iban a dejar libres muy fácil”, criticó.

Hoy por hoy, Alonso cuenta el cuento relajado, hasta soltando una que otra risilla nerviosa, pero jamás olvidará el sudor frío que pasaba por su frente mientras le apuntaban en la cabeza con una nueve milímetros.

Cuando Saprissa jugó contra Puntarenas (en el partido del cual le hablaron los delincuentes y le pidieron anotar) Solís entró de cambio al minuto 77 y no pudo hacer goles. La "S" cayó 1-0.

Sergio Alvarado

Sergio Alvarado

Periodista de La Teja, especializado en deportes. Graduado de la Universidad Internacional de las Américas.

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