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La triste historia del futbolista tico del Monterrey que murió por quemaduras

Enrique Lizano Benavides, que jugó con el Herediano, falleció tras incendiarse el bus del Monterrey en 1945

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Un lamentable accidente la noche del 14 de setiembre de 1945 en un pequeño pueblo llamado San Juan de Los Lagos, carretera hacia Guadalajara, cortó la carrera deportiva en México del defensor tico Enrique Lizano Benavides, de 32 años de edad.

Lizano, un durísimo defensor que jugó en Tiquicia para el Herediano, fichó para el Monterrey y fue uno de los dos fallecidos en un suceso que marcó la historia de los Rayados y que está dentro de la lista de accidentes más trágicos del fútbol azteca.

La tragedia ocurrió cuando llevaban casi 13 horas de viaje y les quedaban dos por recorrer.

En Costa Rica quedó su esposa Felicia Madriz Chávez, quien era costurera, y seis hijos de entre tres meses y 11 años: Flor, Xinia, Zaida, Enrique, Edgar y Franklin.

Los seis recuerdan muy poco de su padre y de las pocas cosas que saben de él fue porque, o les contaron o porque leyeron algo.

Además del costarricense murió Guillermo “Cuadros” Vidal. Otros jugadores sufrieron lesiones, pero el golpe fue tal para el club que el equipo quebró y desapareció al final de esa temporada.

El trágico momento

Los Rayados emprendieron un viaje larguísimo para enfrentar al equipo Oro de Jalisco.

La prensa mexicana ha publicado en varias ocasiones cómo sucedieron los hechos.

“El autobús se para a cargar gasolina, por lo que varios jugadores descendieron para estirar las piernas, pero otros prefirieron continuar durmiendo a bordo”, cuenta Medio Tiempo en una nota publicada en el año 2016 para recordar la tragedia.

Entre los jugadores que dormían estaba el costarricense, quien estaba sentado en la parte trasera del autobus.

"Al filo de las 22:00 horas (10 de la noche) sobrevino la catástrofe, cuando se escuchó un fuerte estallido y pronto el autobús se vio envuelto en llamas, por lo que algunos jugadores que habían bajado y se encontraban en un billar, contiguo a la gasolinera, de inmediato acudieron a auxiliar a sus compañeros”, reseñan.

Según la publicación, Gilberto Maciel, Evaristo Amezcua, el tico Enrique Lizano, Guillermo Vidal y el chofer del camión fueron alcanzados por el fuego y otros como Gonzalo Buenabad y Cocoliso Peralta se salvaron porque rompieron la ventana y escaparon a tiempo.

Arnulfo Avilán, uno de los sobreviviente, relató en el año 2012 a ese mismo medio de comunicación cómo fueron aquellos duros momentos.

“La gasolina no era como ahora que lo pones con la manguera. Antes había que sacarla de un tambo (recipiente de metal o plástico), y vaciarla con jarras de cobre al tanque. Se perdía mucho rato. Todo fue porque uno de los que estaba en el camión prendió un cigarro para fumar.

“Era (Gonzalo) Buenabad. Entonces, donde él prendió el cerillo hubo un flamazo, brilló todo bien feo y comenzó a quemarse todo. Nosotros nos fuimos a ayudar, pero cuando llegamos ya muchos se estaban saliendo por las ventanas quemándose”, narró el sobreviviente.

Avilán dice que como la gasolinera estaba cerca de una pendiente, varia gente llegó a ayudar a empujarlo a un arroyo y así fue como apagaron el fuego.

Arnulfo dice que él estuvo muy cerca del costarricense en este momento.

“Yo iba con Enrique Lizano, pero quedó muy quemado. Cuando en el hospital nos pedía de comer, me pedía uvas, pero se las tenía dar peladas, porque no podía masticar nada”, recordó.

La familia no sabe ni dónde está enterrado

Enrique murió en diciembre, después de batallar durante casi dos meses con las quemaduras en el hospital Corazón de Jesús, en Guadalajara.

De su familia nadie pudo viajar a estar con él ya que en aquel entonces los futbolistas no tenían las mismas condiciones que los deportistas actuales.

El cuerpo nunca lo trajeron y no se sabe dónde lo enterraron. Ni siquiera se conoce cómo llegó la noticia a Tiquicia, aparentemente informaron primero al Herediano y ellos a la familia.

Diego Víquez es nieto de don Enrique y es el que más ha investigado y preguntado a toda la familia sobre lo que le pasó a su abuelo.

“El abuelo es miembro de una familia de mucha tradición herediana, que se fue empobreciendo. Ya cuando mi abuelo juega fútbol, es jugador y sastre, ahí también se lavaba ropa, ese es el oficio de él. En un momento dado empieza a ser bueno y a ingresar un poquito más de plata por el fútbol que con las otras actividades”, recordó Diego.

Víquez pasaba mucho tiempo con la abuela y de un pronto a otro le preguntó: “¿por qué no hay abuelo?” y en unas de esa le enseñó unas fotos en blanco y negro de don Enrique jugando y luego ya entró en detalle de lo que le pasó.

“Impresiona mucho que le digan a uno esa historia del abuelo que murió en México. Yo me acuerdo haber visto unas fotos del funeral de él y hasta ahí. Una vez que quedé desempleado por tres meses, me fui a escarbar”, recordó.

Dentro de lo que averiguó, dice que su abuelo tuvo una leve mejoría después del accidente, pero estando en el hospital lo intoxicaron unas toxinas y falleció.

Jugadorazo

Según el periodista Rodrigo Calvo, don Enrique no era cualquier jugador pues portó la camisa del Herediano por más de 10 años y fue campeón con la Sele en el primer Centroamericano y del Caribe de fútbol, que se realizó en el país en 1941.

Además, fue parte de la selección nacional que don Ricardo Saprissa llevó, como entrenador, a los IV Juegos Centroamericanos y del Caribe, en febrero de 1938 en Panamá. Ese equipo fue subcampeón del torneo.

Incluso esa Sele iba a participar en el Mundial de 1938, pero Costa Rica se negó a ir como protesta hacia la FIFA, debido a que la Copa del Mundo nuevamente se organizaría en Europa, cuando la idea era, en un principio, alternar las sedes en América.

“Parece que era muy amable de temperamento, muy llevadero y futbolísticamente hablando, un defensa durísimo, contextura pequeña, pero muy cuadrado”, recordó Diego, según lo que le contó su abuela.

Don Enrique también jugó en Colombia y en Cuba antes de irse a suelo azteca.

Juntos de nuevo

Diego dice que su abuela no hablaba mucho del tema porque, obviamente, quedó muy golpeada.

"Llevó luto hasta el último día de su vida, yo creo que estaba absolutamente enamorada de Enrique y se lo quitaron con treinta y dos años (13 de casados), llevaba una cosa por dentro y entonces era una mujer dura, del tema no se hablaba mucho”, comentó.

Diego dice que su abuelo siempre se pasaba comunicado con cartas y mandaba muchas estampas de la Virgen, o postales de lugares mexicanos.

Entre las poquitas cosas que su abuelita le contó fue que había una foto de su abuelo en un entrenamiento, donde está con una medallita de la Virgen de Guadalupe, que lo acompañaba siempre.

Curiosamente, don Enrique falleció el 12 de diciembre, fecha en la que se celebra el día de la Virgen de Guadalupe, por eso doña Felicia no quería para nada de ella porque decía: “me lo quitó, no me los salvó”.

Pero por esas cosas de la vida y del amor, la viuda también falleció un 12 de diciembre, hace 18 años, por lo que parece que la Virgen, después de todo, los volvió a reunir.

Andrés Mora

Periodista con licenciatura en Comunicación de Mercadeo. Forma parte del equipo de Deportes. En Grupo Nación desde noviembre del 2011.

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