La contratación de Gustavo Matosas como seleccionador fue tan dañina que sus desastrosas réplicas todavía las sufrimos.
El ejemplo más reciente ocurrió el pasado sábado en Estados Unidos.
Y es que si Matosas hubiera venido al país a trabajar, a sudar la chaqueta, y no aburrirse turisteando ni jugando de galán, Ronítal González hoy estaría muy lejos del banquillo de la Mayor.
Ronítal, quien con Uruguay de Coronado necesitaba ganar un solo punto en siete partidos para mantenerse en primera división, en el 2016, y los perdió todos, es una buena persona, cae bien, es educado, pero de allí a ser el más capacitado para dirigir la Selección Nacional, hay un mundo de diferencia.
Su nombre surgió porque fue el seleccionador interino al que le salieron bien las cosas antes de Matosas, y porque la imagen del uruguayo fue tan repulsiva que un rostro de alguien buena gente inicialmente no se vio mal.
Pero la pobre y sufrida forma en que Ronítal clasificó a la Sele en la primera ronda de la Liga de Naciones, torneillo de baja categoría, y la lamentable presentación del sábado contra los carajillos de Estados Unidos lo hace merecedor a poner su puesto en discusión, y a cuestionar también la tarea de don Carlos Watson.
Amén de que el sábado no se sabía a qué estábamos jugando, y parecíamos una pésima copia de los desafortunados planteamientos del Machillo Ramírez, el seleccionador llevó gente sin ritmo que ni siquiera es titular en un equipo de aquí, como es el caso de Yeltsin Tejeda. ¿En qué quedó aquello de no convocar al que no estaba jugando?
El tiempo se termina Ronítal, y a como vamos Catar hoy está muy lejos, y no solo geográficamente hablando.