El Novelón

Aguas Zarcas aún llora a cinco muertos por camión sin frenos que dejó tucas botadas

Un camión cargado de tucas sin control estremeció la comunidad de Aguas Zarcas de San Carlos

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Hay heridas que tardan en cicatrizar y eso ocurre con las de varias familias de Aguas Zarcas de San Carlos.

Han pasado casi 13 años desde el día en el que un camión cargado de tucas apagó la vida de cinco personas, pero a veces sienten como si el mortal accidente hubiera sido ayer.

En la memoria de la comunidad La Caporal, en Aguas Zarcas, nadie olvida los nombres de las víctimas de aquel 23 de agosto del 2008. Están escritos en sus memorias y en sus corazones y recuerdan con afecto a Wilbert Chacón Porras, de 39 años; Eva Victoria Álvarez Soto, de 61; Rafael Gerardo Pérez Arias, de 41; Roberto Oviedo Martínez, de 26 y Jorgan Lawrence Berroterán, de 41.

Rosibel Herrera, hija de doña Eva y quien aquel día pudo escapar de la muerte por muy poco, nos contó que el proceso para seguir adelante ha sido muy duro para ella, sus familiares e incluso para los vecinos. A todos los sacudió la tragedia.

Cada vez que saben de un accidente de tránsito muy grave --como el ocurrido en Cervantes de Alvarado el 4 de junio-- reviven lo que experimentaron aquel día que nadie olvida.

En este accidente reciente que pasó en Cartago murieron cuatro personas cuando un camión sin frenos arrastró a un carro pequeño y lo estrelló contra un camión que le daba servicios a la compañía Fifco. El golpe destruyó dos pequeños locales comerciales.

“Es muy duro vivir con la ausencia, es algo que nos acompaña siempre, fue tan inesperado, uno nunca lo logra entender, mi mamá nos hace mucha falta”, dice Rosibel.

Aquel 23 de agosto, un camión se quedó sin frenos y embistió todo lo que encontró en un trayecto de 2,2 kilómetros.

El vehículo --que según se supo luego no tenía revisión técnica-- llevaba 17 tucas de madera de gavilán y el chofer se había dado cuenta de que fallaba, los frenos no respondían.

El conductor, de apellido González, no podía controlar el camión, que iba en bajada. Al llegar a la iglesia de Los Chiles, el chofer empezó a tocar el pito para que le abrieran campo. En algunos casos la advertencia llegó tarde.

Don Wilbert Chacón, conocido como “Jupas”, estaba parqueado al lado izquierdo de la calle en su taxi cuando el camión con madera lo chocó y se lo llevó arrastrado unos 60 metros hasta dejar el carrito destrozado afuera de una casa. El taxista murió cuando era atendido en la clínica una hora después.

Dos pasajeros a los que Chacón trasladaba se salvaron por poco pues se habían bajado del taxi minutos antes.

Luego de arrastrar el taxi y dejarlo atrás, el camión agarró más velocidad. Los movimientos bruscos reventaron las cadenas que amarraban las tucas y estas empezaron a caer.

Una golpeó en el centro a una microbús conducida por Rafael Pérez Arias, a quien acompañaba Roberto Oviedo Martínez. Ellos estaban cerca del taller mecánico de Pérez y fallecieron de inmediato debido al golpe, tan fuerte que los sacó del vehículo.

Otra tuca le quitó la vida a doña Eva, quien esperaba en la puerta de su casa una encomienda que le llegaría en bus.

Rosibel vivía en una casa al lado de su madre y aquel día ellas estaban casi a la par. Cuando vio lo que pasaba, Rosibel le gritó a su madre que corriera; ambas pensaron meterse en la casa de Rosibel, pero la puerta se les cerró. Entonces corrieron en direcciones distintas, Rosibel logró ponerse a salvo en el patio de la vivienda, pero a su mamá no le dio tiempo y cuando Rosibel volvió al sitio donde habían estado juntas un instante antes vio que había fallecido.

Rosi --como le decía su mamá de cariño-- recuerda que las tucas llevaban una velocidad inexplicable.Además, como muestran las fotos de aquel momento, eran enormes.

Asegura que desde el día del fatal accidente ha sido un proceso de mucho tiempo y ha sido necesario incluso recibir atención psicológica.

“Él día que pasó el accidente de Cervantes mi nuera me llamó y me dijo ‘¿usted está viendo lo que ocurrió?’ y le dije que sí, pero que mejor no lo hubiera visto porque fue como revivir lo de mami y los vecinos. Esto es como un golpe en seco, algo inesperado, cuando nos ocurrió yo tenía un año de padecer leucemia”, explica.

Ella aún lucha contra esa enfermedad y está a la espera de un trasplante de médula ósea.

Esta sobreviviente vive cerca de donde ocurrió el accidente y hasta ahora, con lo de la pandemia, le alquiló la casa a una sobrina y se fue a vivir con su hija y asegura que ha empezado a sentir un poco de más.

“No sé cómo describirlo, pero si mi mamá estuviera aquí todo sería tan distinto, lo que nosotros vivimos es diferente a otras muertes, fue algo que pasó en un segundo. A veces no es encontrar un culpable de lo qué pasó, lo más fuerte es luchar contra este dolor”, dijo Rosibel, quien tiene cuatro hermanos.

Para lidiar con el dolor lo que ha hecho la familia Herrera es tener a doña Eva siempre presente. La señora fue ama de casa y se dedicó toda la vida a cuidar a sus hijos, le encantaban las orquídeas y en su propiedad tenía muchas sembradas. Aún quedan algunas que para sus descendientes son un tesoro.

Cuenta Rosibel que la tragedia unió mucho más a los vecinos, que han aprendido a vivir pero sin olvidar.

Y dice además que cada vez que sueña con su madrecita es como si ella la quisiera prevenir de que algo va a pasar. En su cuarto ella tiene una foto de su mamá cuando era joven que le regaló uno de sus hermanos, la cuida muchísimo.

Otra familia que también fue golpeada por el dolor fue la de Jorgan Lawrence, quien viajaba en motocleta cuando lo alcanzó una de las tucas y falleció de inmediato.

Cuando el conductor del camión al fin logró detenerlo --luego de activar el freno de emergencia-- ya había dejado una ola de destrucción a su paso: cinco víctimas mortales y cinco casas con daños.

El chofer del camión iba con un menor de edad hijo del dueño de la carga de madera.

De manera sorprendente ambos resultaron ilesos, eso sí, el chofer estaba muy nervioso. Le hicieron la prueba de alcohol y dio negativo.

Otro milagro

Doña Anais Trejos Cascante es otra de las sobrevivientes de esta tragedia.

“Este es un trauma que lo acompaña a uno para siempre, yo todo el tiempo recuerdo lo que viví. Esas personas que murieron eran vecinos y conocidos de uno”, explica.

Aquel 23 de agosto ella esperaba el bus para ir a su trabajo, en una tienda en Aguas Zarcas, así lo hacía todos los días.

“Siempre me paraba y estaba viendo lo que venía, en eso vi que venía el camión y que se hacía muy feo, yo como que veía que tiraba algo como agua, no entendía qué estaba pasando, pero la mano de Dios me protegió.

“Lo que salía del camión era cemento, el taxi que venía arrastrando traía unos sacos de cemento, pero eso lo supe después. Yo solo dije ‘¡Virgen Santísima!’, y decidí correr. Mi hermano estaba remodelando la casa y había como un metro de escombro, me lo brinqué y me metí al patio, traté de meterme en la casa de mi tío pero el portón estaba cerrado”, narró.

Recuerda que cuando iba llegando al patio, se tropezó con algo y cayó boca abajo.

“Yo gritaba ‘¡me mató, me mató!’ y mi hermano salió corriendo y me juntó. Ahí, a unos pocos metros míos, cayó la tuca más grande y una piedra de 30 kilos, por dicha que no pude abrir el portón porque ahí cayó una señal de tránsito que se vino volando y podó varios palos de papaya de un solo. Era increíble ver que apenas sufrí unos raspones y no me tuvieron que llevar ni a la clínica”, contó.

Un primo de doña Anais que estaba en la parada del bus fue alcanzado por una piedra que le maltrató una pierna.

“Cuando yo salí a la calle y vi lo que pasó me di cuenta de que todo era un caos, en ese momento fue que caí en cuenta de la desgracia que estábamos viviendo. Dios me iluminó para tomar la decisión de correr”, dijo doña Anais, quien asegura que para sus amistades sigue siendo un milagro su vida.

Ella sigue viviendo en el mismo barrio y dice que durante mucho tiempo sintió que un carro iba detrás de ella cuando caminaba. Superar esa sensación le llevó bastante tiempo.

Algunos vecinos se armaron de motosierras para cortar las tucas y limpiar aquella escena de terror.

Aunque el chofer del camión tenía 14 infracciones de tránsito no le dictaron medidas cautelares y el caso no fue a juicio.

Los denunciados buscaron conciliar con los afectados y sus familias en varias audiencias.

“El juzgado penal de la zona dictó un sobreseimiento definitivo ya que las partes decidieron optar por dos tipos de medidas alternas al proceso: una conciliación y una suspensión del procedimiento a prueba”, informó la Fiscalía.

Tras el accidente, los diputados no hicieron esperar la necesidad para que se moviera la nueva Ley de Tránsito, que imponía multas más severas. Fue aprobada el 8 de diciembre del 2008, cuatro meses después de que las cinco vidas se apagaron.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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