El Novelón

Piloto tico que sobrevivió a misil nicaragüense: “A mí este hijuep... avión no me mata” (video)

Manrique Hidalgo se ha salvado de dos accidentes aéreos impresionantes

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Manrique Hidalgo es una leyenda viviente de la aviación nacional.

Este piloto costarricense, de 64 años, sobrevivió a dos accidentes aéreos, uno en 1987 --le dispararon un misil en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica-- y otro en el 2013, por el que lo operaron 23 veces y hasta le pusieron los santos óleos.

Ahora se dedica a dar clases de vuelo en un simulador que le alquila al Instituto de Formación Aeronáutica (IFA), ubicado en Barreal de Heredia, pero promete regresar pronto a los aires.

Mientras eso ocurre, sacó de su tiempo para relatarle a La Teja cuando la muerte se montó a sus aviones, pero él, aferrado a Dios y al positivismo que lo caracteriza, en ambas ocasiones la espantó.

Manrique --porque se opone a que le digan don-- llegó puntual a la entrevista, con tenis, pantalón café, camisa tipo polo rosada, una gorra negra con el logo de la NASA y la obligatoria mascarilla, de las desechables.

La única secuela que le dejaron los bombazos --sobre todo el segundo-- fue una renquera de la que él mismo hace bromas. A parte de eso dice que sigue siendo el Manrique de toda la vida: hablantín, superpositivo y determinado.

“A mí ni siquiera me cabía en la cabeza el: ‘Dios dispone...’, ¡NO!, ni por accidente me pasó que yo no iba a caminar”.

—  Manrique Hidalgo, piloto

“El accidente del que yo digo que no debería estar vivo es el del misil, porque si usted se pone a ver la estadística, ¿cuánta gente se salva de un misil?, es casi que negativa, es dificilísimo salvarse, ese accidente es un milagro para mí”, manifestó nuestro protagonista sobre el primer suceso, aunque, curiosamente, el segundo fue en el que más daño le causó.

Comenzó su relato de forma cronológica anticipándonos: “yo soy una película”, ¡y vaya qué lo es!

Misil

El lunes 21 de diciembre de 1987, Hidalgo, que trabajaba para Aeronica, tenía que ir a dejar a Panamá un cargamento de un polvo blanco carísimo que parecía cocaína, pero no lo era.

“En aquel entonces decían que los sandinistas estaban metidos con el narco, entonces imagínese, cualquiera hubiera sospechado, pero no era coca”, enfatizó por aquello.

En el avión DC-6 B matrícula YNBFO de cuatro motores iban el tico y cinco personas más, tres tripulantes de vuelo, un mecánico y un guardaespaldas.

Según una publicación de La Nación, del martes 22 de diciembre de 1987 --un día después del accidente--, esas seis personas eran: Manrique Hidalgo (piloto costarricense), Octavio Gutiérrez Páez (copiloto), Marvin Arana García, Arnoldo Santiago Abarca Rodríguez, Juan Ocón Ochoa y Félix Chaves Rodríguez (mecánico). No especificaban las nacionalidades de los demás.

“Si no me cambió eso (los dos accidentes) ya no me cambia nada”.

—  Manrique Hidalgo, piloto

El vuelo salió a las 7:40 a. m. del aeropuerto de Managua y a las 8:15 a. m., cuando el avión apenas ingresaba a la frontera con Costa Rica, recibió el impacto de un misil denominado “red eye” (ojo rojo).

Manrique dice que él nada más sintió un simbronazo monstruoso.

“Es como chocar en carro, pero a lo bestia, el avión quedó vibrando”.

Inmediatamente uno de sus acompañantes le dijo: “nos dieron un pijazo”, que en español quiere decir que los impactaron con un misil.

La munición golpeó en el motor tres y el cuatro se incendió, por lo que el avión iba automáticamente de picada.

“Había que buscar adónde aterrizar, algo improvisado, como algún lote, cuando me tocan el hombro y me dicen, ‘capitán, póngalo en el río’, y cuando veo el río digo: ‘este hijuep... avión a mí no me mata’”.

Hidalgo se refiere al río San Carlos, donde finalmente aterrizaron con éxito, aunque él todavía no se explica cómo.

“La gente me vacila con que tengo más vidas que un gato”.

—  Manrique Hidalgo, Piloto

“El avión se partió en cuatro y quedó semisumergido”, dice la nota de La Nación de aquel entonces. Todos los tripulantes salieron por una de las ventanas de la cabina de los pilotos.

Algunos de ellos sufrieron golpes, otros fracturas, y uno casi se ahoga. Mientras que Manrique salió ileso y sin un solo rasguño.

Cuando uno le pregunta si pensó que se iba a morir, dice que en un accidente de ese calibre no hay tiempo para eso.

“Usted no piensa en eso, ni en el túnel, ni en toda la familia, yo pienso en lo que estoy haciendo. Voy midiendo la velocidad, cuánto estoy planeando, yo no voy pensando en nada de eso”, aclara el piloto que comenzó a volar desde los 16 años.

Los restos del avión quedaron en el lugar del accidente --Boca Tapada de San Carlos--, incluso, Manrique dice que había gente que hacía expediciones para ver los fragmentos de la máquina.

¿Por qué se dio el ataque?

En aquel entonces Nicaragua estaba en guerra, por lo que los sandinistas mandaron a bajar el avión de Manrique pensando que era de la Contra, un grupo armado que fue dirigido, en sus inicios, por Edén Pastora, pero para ese momento ya el Comandante Cero se había retirado.

La Nación tituló: “Derribado avión nica en frontera”, mientras que el encabezado de El Nuevo Diario, de Nicaragua, decía: “Contras bajan avión civil”, aunque tiempo después se supo que los que dispararon, por error, fueron los sandinistas.

Bosco Centeno, teniente coronel sandinista que dio la orden de que le dispararan al avión de Manrique, publicó un libro con su biografía llamado “Pendiente de un hilo”, en el que acepta que se equivocó.

“Manrique es de los pocos pilotos que han podido sobrevivir un cuetazo (misil) en el norte (Nicaragua)”.

—  David Bermúdez, expiloto

El santo de ese libro nos lo pasó don David Bermúdez, expiloto de 75 años y dueño de la librería Las Palabras, en Escazú.

“El guerrillero (Bosco Centeno) dice en el libro que no recibieron información de la torre de control del aeropuerto de Managua de que había despegado un (avión) carguero con destino a Panamá, hasta después se dieron cuenta del error”, dice Bermúdez.

Al final, ni Aeronica ni Hidalgo hicieron por dónde ver quién se hacía responsable por el “misilazo”, por lo que el asunto murió ahí.

Le fue peor

Como Manrique nació para los aviones, el accidente no le infundió miedo alguno, por lo que siguió volando como si nada.

Además de seguir trabajando en vuelos comerciales, Hidalgo se divertía haciendo acrobacias con un avión, matrícula TI-ANR, que le regaló su mamá cuando se graduó de piloto.

Ese era su pasatiempo preferido, hacer piruetas en el aire, incluso, una vez hasta se jaló un show sobre el estadio Ricardo Saprissa previo a un clásico nacional (ver recuadro).

Sin embargo, en su juguetico sufrió el segundo accidente, en el que estuvo más cerca del otro lado que de este.

Ocurrió el 27 de abril del 2013 porque la válvula que absorbe la gasolina se quedó pegada en la parte de arriba del tanque y apenas bajó el nivel del combustible se apagó el motor.

Coordinó con torre de control del aeropuerto Tobias Bolaños, en Pavas, y le dijeron que podía aterrizar en la plaza de fútbol de La Carpio, una maniobra que para alguien como Manrique, era pan comido.

“Le dije al controlador que no iba a aterrizar en la plaza de fútbol y comenzó a gritarme, estaba más nervioso que yo. Él decía, ‘en la plaza no le pasa nada’ y tenía razón, pero yo le dije: ‘¡no, porque hay niños jugando!’”.

Manrique, para no hacerle daño a ningún chiquito, cayó en el cañón del río Torres y esa decisión casi le cuesta la vida. El avión fue declarado con pérdida total y a él lo operaran 23 veces para salvarlo. Estuvo tres meses internado.

“El control del avión (una palanca) se me metió cerca del ano y hasta el alma y eso contaminó todo mi cuerpo de materia fecal, por eso casi me muero”.

Estuvo tan mal que asegura escuchar personas diciéndole que mejor descansara. Nadie, ni siquiera los doctores, creían que iba a sobrevivir.

“A mí me decían por un oído, ‘puede irse en paz, váyase en paz’. Yo decía, ‘es que yo no me voy a ir a ningún lado’”.

Como sobrevivió, le dijeron que no iba a trabajar más, tampoco caminar y mucho menos volar, pero al final hizo las tres.

“Cuando pude caminar le mandé las pruebas al doctor que me dijo que no iba a caminar y me dijo, ‘Manrique, la recuperación suya, médicamente, no tiene explicación, solo Dios’”.

Hablando de Dios, es al único al que Manrique dice temerle. Tiene sentido, una leyenda viviente de la aviación no le puede temer a un avión.

Simulador del piloto Manrique Hidalgo

Sapriavión

—  Don Manrique dice que está esperando que le caiga una platica para comprarse otro avión acrobático, el cual pintará de morado y lo apodará el Sapriavión. "Ese es como un BMW del aire, con ese me voy a meter hasta un gol en el Saprissa", dice el moradazo.

Marcelo Poltronieri

Editor web, acomodador del periódico impreso y uno de los encargados de los posteos en las redes sociales de La Teja. Ha trabajado en Grupo Nación desde el 2012 en distintos productos y secciones. Es bachiller en Periodismo y licenciado en Producción Audiovisual en la Universidad Federada San Judas Tadeo.

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