El Novelón

Un cadáver quemado en una cuneta desafió a agentes, pero en 10 días cazaron a los asesinos

“Amigos” mataron a hombre y le robaron varios artículos de su casa por no incluirlos en un negocio ilegal.

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Los tatuajes que un joven tenía en el brazo derecho y las botas negras que andaba les permitieron a los agentes del OIJ saber de quién se trataba y aclarar en diez días quién lo había asesinado y por qué.

El 11 de setiembre de 1999, agentes de la Sección de Homicidios del OIJ de San José recibieron la información de que había aparecido un cuerpo en una parte muy solitaria de San Jerónimo de Desamparados. Las casas más cercanas al sitio donde apareció el cadáver se encontraban a unos 500 metros. Un ciclista que pasaba fue quien vio el cuerpo y les avisó a las autoridades.

Entre los investigadores que se hicieron cargo del caso estaba el hoy abogado Rogelio Ramírez, quien recuerda muy bien lo ocurrido por las particularidades que tuvo el caso y por la prontitud con la que pudieron cerrarlo y llegar a los culpables.

“Cuando llegamos a la escena nos encontramos con un cuerpo que fue dejado en una cuneta. Aunque la pericia médico forense debería de determinar la causa de muerte, vimos que recibió disparos y fue incinerado, lo rociaron con una sustancia acelerante y le prendieron fuego”, dice el exagente.

Ramírez asegura que para todos se trataba de un caso muy desafiante, como el cuerpo había sido quemado era imposible identificar al hombre por medio de las huellas dactilares.

Contra el tiempo

Uno de los caminos que tenían los investigadores era someter la dentadura a pruebas para extraer el ADN, pero eso se llevaría su tiempo, sobre todo que en 1999 el procedimiento estaba mucho menos desarrollado que en la actualidad.

“En la investigación criminal el tiempo que pasa es la investigación que huye, era urgente alguna pista que nos llevara a la identidad (de la víctima)”, cuenta Ramírez.

Los agentes se habían dado cuenta de que el cuerpo presentaba un tatuaje grande que parecían ser una estrella y una cruz; además vestía unas botas negras que, según informaron entonces los medios de comunicación, costabana ₡18.000 y se hallaban intactas.

“Según lo que nosotros creíamos, el hombre tenía un día de fallecido, empezamos a trabajar en el sitio del suceso, hicimos la lectura de los rastros de sangre y nos indicaban la altura desde la que cayó el cuerpo al suelo. Había poca sangre en el suelo, la forma y el tamaño de las gotas iban con dirección a la cuneta”, recordó el experto.

“Pudimos establecer que el cuerpo fue trasladado hasta ese lugar, bajado del carro y tirado y que lo quemaron ahí. Buscamos cerca recipientes acelerantes pero no encontramos, ese recipiente fue retirado del sitio”, detalla Ramírez.

Los investigadores necesitaban empezar a revisar todas las denuncias de desapariciones puestas en las últimas 24 horas para ver si alguna persona entre aquellas a las que se les había perdido la pista tenía un tatuaje y usaba botas negras.

“El tema de las denuncias es trascendental porque (estas) permiten moverse rápidamente, por eso las molestias por el tema de esperar veinticuatro horas (para denunciar), eso jamás puede pasar, se deben recibir de inmediato y empezar a investigar. El tiempo vale oro”, detalla el abogado.

Las denuncias llevaron a los judiciales hasta varias familias, así que se movieron a contactarlas y a hablar con estas. Fueron descartando unas y otras hasta que llegaron a una de San Rafael Abajo de Desamparados.

Los agentes les enseñaron fotos del tatuaje y de las botas y reconocieron que estaban ante la muerte de un ser querido. Más tarde, en la morgue, terminaron de confirmar la noticia.

“Eso nos permitió empezar a determinar a qué se dedicaba el núcleo familiar y hacer la victimología (conocer información de la víctima)”, explica el exagente.

Desamparadeño

Los agentes pudieron saber que el fallecido se llamaba Elmer Jesús Agüero Alfaro, tenía 20 años y trabajaba en lo que iba saliendo.

La denuncia por su desaparición la había puesto su compañera después de que Elmer no regresara a la casa y varios familiares a quienes les preguntó por él no sabían nada.

En su denuncia, la mujer afirmó que cuando ella llegó a la vivienda todo estaba cerrado y que no había signos de violencia, pero faltaban dos teles, ropa, joyas y plata; aseguró que su compañero no tenía enemigos conocidos, que la situación le parecía muy extraña y que por eso decidió denunciar de inmediato.

“También nos dijo quiénes eran los amigos que él frecuentaba cada vez que iba a San Rafael Abajo, con esos datos empezamos a preguntar en la comunidad si alguien lo había visto en esas horas tan determinantes. Teníamos un crimen muy violento y teníamos el perfil de la víctima”, resume el abogado.

De la casa donde vivían Elmer y su pareja, los agentes recogieron varias huellas dactilares para tratar de determinar quién se había llevado los objetos que faltaban.

Los primeros testigos les habían dicho a los agentes que habían visto a Elmer subir a un carro rojo en el que viajaban tres hombres; esa fue otra pista importante para la investigación.

“La gente nos hacía referencia a un hombre alias Piedra, pero hasta ese momento no sabíamos si ese era su apellido o su apodo, la gente nos insistía en que taxeaba en ese carro (rojo)”, recordó Ramírez.

Dos días después, los investigadores lograron determinar que Piedra era el apellido y supieron de quién se trataba. Por lo general, siempre andaba acompañado por dos hermanos de apellidos Huertas Agüero: Giancarlo, de 21 años, y Luis, de 19. Eran ellos quienes andaban con Elmer la última noche en que estuvo con vida.

Hicieron la venta en un bar

Con esa información nueva, los oficiales empezaron a vigilar las casas de los sospechosos, en Aserrí (la de Piedra) y en Higuito en Desamparados (la de los hermanos), mientras localizaban los objetos robados de la vivienda de Elmer.

“Anduvimos por compra y ventas, y algunos bares y cantinas para ver si localizábamos esos bienes”, recordó don Rogelio.

Las pistas que recogieron los llevaron hasta un bar y discoteca en Aserrí donde lograron encontrar los teles, las joyas y un “walkman”.

La compañera sentimental de Elmer reconoció los objetos al verlos y la descripción hecha por el dueño del bar del hombre que los llevó apuntaba hacia Piedra.

“El tiempo en estas investigaciones es muy importante porque se trata de encontrar la mayor cantidad de evidencias antes de que se alejen de las manos de los delincuentes”, explica el experto.

Para los agentes era clave localizar el carro rojo porque sospechaban que en este había ocurrido la muerte de Elmer Agüero.

Sangre en costuras

Allanamientos hechos a las casas de Piedra y de los hermanos Huertas Agüero le dieron un gran impulso a la investigación.

No solo encontraron el carro --un Ford rojo de 1970--, sino también un revólver compatible con el arma utilizada para dispararle a Elmer.

“Cuando se hizo la inspección (del carro) se encontraron pequeños orificios en el asiento trasero, el vehículo había sido lavado por dentro, sin embargo, en las costuras encontramos rastros de sangre”, recuerda Ramírez.

Entre las evidencias también hallaron una pichinga con gasolina que los agentes llevaron hasta una bomba de San Rafael Abajo de Desamparados; allí uno de los trabajadores reconoció el recipiente y les dio a los investigadores una descripción detallada del hombre que llegó a comprar el combustible y les contó, además, que iba en un auto rojo. La descripción hecha coincidía con los rasgos de Piedra.

“La cantidad de evidencia que teníamos era abrumadora, fue un caso resuelto en diez días con trabajos y una ardua jornada, en algunos momentos de hasta cuarenta horas seguidas porque todo minuto era vital, toda la evidencia fue hallada”, dijo Ramírez.

Recuerda don Rogelio que al conocer todas las pruebas que había en su contra, uno de los hermanos Huertas aceptó los cargos y se sometió al proceso; el otro no fue condenado porque en la declaración del que aceptó los cargos nunca se le relacionó con la muerte de Elmer.

Piedra fue llevado a juicio, no se acogió ningún proceso ni aceptó los cargos.

“Giancarlo Huertas aceptó los cargos y su hermano fue considerado como testigo. Ese hermano (Luis) no era al final tan cercano a Elmer, lo que sí pudimos determinar fue que ellos consumían droga y que la víctima les contó que, ante la falta de trabajo, estaba pensando en dedicarse a vender droga y que no los iba a incluir a ellos (los hermanos), eso motivó el asesinato”, afirma Ramírez.

Los detalles del crimen

En su confesión, Giancarlo Huertas dio detalles de lo que había ocurrido.

Así lo cuenta Ramírez: “Dijo que cuando iban de camino (en el carro rojo de Piedra), Elmer iba sentado atrás y él en el asiento del acompañante por lo que se levantó del asiento, sacó el arma y no recuerda cuántas veces disparó. Además aseguró que después de que lo tiraron en la zanja, le quitaron las llaves de la casa y fueron a sacar las cosas”.

Piedra habría sido quien quemó el cadáver con la gasolina que fue a comprar a la bomba.

El buen trabajo hecho por los investigadores en solo diez días tuvo su siguiente etapa en el juicio.

El 28 de julio del 2000, el hombre de apellido Piedra fue condenado a 25 años de prisión por los delitos de homicidio calificado y robo agravado, a 23 años por homicidio calificado y a dos años por hurto.

La pena para Huertas fue menor a los 20 años de prisión por haber aceptado los cargos.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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