Farándula

Joven perdió la mitad del cráneo por andar sin casco y cuenta su historia para que no se repita

Puntarenense es un verdadero milagro de vida luego que hace más de dos años se accidentara en motocicleta

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Creer que no era necesario usar el casco porque eran solo unos metros los que recorrería en su moto llevó al joven Keilor Martínez Monge a vivir la experiencia más dura de su corta vida.

La noche del 27 de noviembre de 2015 este joven puntarenense salió a celebrar que tan solo tres días antes cumplió 24 años.

Con la mala fortuna que el festejo terminó en una sala de hospital luchando por sobrevivir.

Keilor salió a comer y tomarse algo con un amigo (del cual no recuerda el nombre) a bordo de su scooter y regresaban a su apartamento, en horas de la madrugada, se les atravesó un perro en el camino.

Por más que intentó esquivar al animal le fue imposible y lo atropelló, debido al impacto, Martínez perdió el control de la moto y se fue contra el pavimento, cayó del lado izquierdo sufriendo un fuerte golpe en su cabeza.

"Yo me hice al lado derecho para no majarlo, pero el se siguió moviendo y ahí sí lo golpeé, al atropellarlo brincó y me pegó en la cara y me caí hacia a la izquierda. El perro ahí quedó muerto", mencionó el motociclista, quien dice no recordar nada más.

El accidente ocurrió frente al bar El Huevo, en Punta Morales de Chomes, en Puntarenas, y el estruendo alertó a la dueña del local.

Cuando la cocinera llegó donde Keilor él estaba inconsciente, con la moto encima y con su cabeza toda ensangrentada, su amigo tenía un golpe en el pómulo derecho y algunos raspones.

La testigo se encargó de llamar a emergencias y ambos fueron llevados al Hospital Monseñor Sanabria.

Eran cerca de las 3:30 de la madrugada, cuando un conocido llegó a tocar a la puerta de la casa de doña Shirley Martínez, ubicada en barrio Jireh, en El Roble de Puntarenas, para avisarle que su hijo había tenido un accidente.

Para ella esa noticia fue como una estocada al corazón, más aún, cuando se enteró que estaba grave y luchando por sobrevivir.

Cuando doña Shirley llegó al centro médico porteño a su hijo mayor lo estaban a punto de trasladar de urgencia al Hospital México.

"Una enfermera me dijo que él había sufrido un trauma craneal muy severo y que no me garantizaba que llegaría con vida, que lo mejor era que me despidiera de él y lo que hice fue orar y ponerlo en las manos de Dios, que se hiciera su voluntad", recordó la madre.

Cuando llegó al hospital capitalino, los médicos se sorprendieron al ver que el paciente venía con la mitad del cráneo partido y aferrándose a la vida.

Keilor fue operado durante tres horas y permaneció en coma cerca de 22 días en la Unidad de Cuidados Intensivos.

El joven, padre de una niña que está a punto de cumplir 8 años, perdió la mitad de su cráneo dl lado izquierdo y su oído del mismo costado dejó de funcionar.

Desde el primer día que llegó al México tanto su madre como su hermano Arlen Alberto pasaron pendientes de su estado día y noche.

Para poder velar por él, ambos tuvieron que abandonar su casa e irse a vivir donde un familiar, que para su suerte recientemente se había pasado a vivir a la capital.

"La cirujana me dijo que por el impacto que sufrió perdió toda el área craneal izquierda, el cráneo al lado izquierdo llegó desbaratado, no había posibilidades de podérselo salvar, entonces, le quitaron eso y me dijeron que lo iban a tener todo el tiempo que necesitaran en coma inducido, que los días eran los que iban a hablar porque solamente el tiempo era el que podía decir cómo iba a evolucionar él.

“Ya ellos habían hecho todo lo que podían hacer y solamente la desinflamación del cerebro era la que podía decir con las secuelas que él iba a quedar", recordó doña Shirley.

La inflamación de su cabeza era tan fuerte que, según recuerda su madre, no se le veían ni los ojos.

"Era irreconocible, el cerebro se le infló como si fuera un globo, fue muy impresionante verlo así", agregó.

Los médicos siempre le advirtieron que debía estar preparada para lo peor porque en cualquier momento su hijo podía fallecer y que de despertar tendría grandes secuelas, pero doña Shirley nunca perdió la fe.

Tres semanas después, Keilor logró despertar del coma y fue pasado a salón, donde su familia ya podía verlo más tiempo, pues en Cuidados Intensivos sólo tenían derecho a estar con él una hora al día.

A los pocos días y tras el gran avance en su salud, los doctores decidieron mandarlo al Hospital de Puntarenas, donde permaneció internado un mes más.

Para doña Shirley esta no era más que una segunda oportunidad de vida para su hijo; sin embargo, la lucha aún no terminaba.

El joven motociclista sufrió una infección en el pulmón izquierdo y además, perdió la memoria debido al fuerte golpe. No recordaba ni siquiera quién era su mamá, ni los familiares que cada día llegaban a visitarlo. Además, le costaba hablar y expresarse con fluidez.

"Yo llegaba y le decía al doctor: '¿cuál es el milagro del día de hoy?', seguramente decían ahí viene esa vieja loca otra vez, es que yo le dije al doctor que me iba a hacer un saquito, como la canción, donde todos los días lo iba a llenar de las bendiciones que iba ir recibiendo mi hijo, que yo con él voy a vivir día a día, un día a la vez, y como el granito mostaza, iba ir llenando ese saco y cuando ya nos fuéramos de aquí (hospital) ese saco lo iba a tener lleno de bendiciones para mi hijo", recordó.

Una vez que le dieron la salida se vino otra gran preocupación para doña Shirley, su casa no era la más idónea para cuidarlo, por lo que tuvo que irse a vivir a la casa de una hermana en Puntarenas centro, cerca del estadio Lito Pérez.

Para poder estar pendiente de él las 24 horas su valiente madre tuvo que dejar de trabajar (era vendedora de mariscos), sus hermanos le echaron una manita para salir adelante.

Gracias a los medicamentos, las constantes terapias de lenguaje, las cita con los neurólogos y demás especialistas, así como del cuido de su familia, Keilor ha logrado salir poco a poco adelante.

Keilor logra entender muy bien cuando se le habla, pero en ocasiones le cuesta decir lo que piensa, es decir, su cerebro recibe la información, pero le cuesta procesarlo para luego contestar.

La cara de impresión de las personas cuando lo ven y el que constantemente le pregunten que le pasó en la cabeza hizo que ahora siempre use sombrero. Este problema de salud también le ha generado que no logre conseguir trabajo.

El puntarenense dijo haber aprendido la lección y aunque no le promete a su madre que no volverá a montarse en una moto, nunca más, lo hará sin casco.

"El casco siempre hay que andarlo, aunque sean tres metros lo que va andar, por más cerca que uno vaya, vea a mí lo que me pasó. Mi amigo tampoco andaba el casco", dijo el joven luchador.

Ahora Keilor está a la espera de que la Caja logre conseguir una prótesis especial la cual fabrican en Suiza para proteger su cabeza.

Según explicó su madre, en el país solo hay prótesis de menos de 25 centímetros y la que él necesita es más grande, pues el área craneal que perdió es desde la frente hasta atrás de la oreja.

"Él quedó sordo del oído izquierdo, usa audífonos en el derecho porque por el trauma le bajó un poco el nivel. La vista, aunque él ya usaba anteojos, se vio afectada, aunque han pasado más de dos años del accidente él todavía internamente está inflamado. Al lado izquierdo solo tiene como el cuero de la piel, él no tiene cráneo y tiene el cerebro inflamado, entonces, por eso es necesario la prótesis", señaló doña Shirley.

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