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La NASA vuelve a la Luna y todo en Houston es alegría

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Rick LaBrode lleva 37 años trabajando para la NASA, pero asegura que la apuesta de Estados Unidos por volver a la Luna es por mucho el momento clave de su carrera.

LaBrode es el director principal de vuelo de Artemis 1, la primera cápsula capaz de llevar humanos en ser enviada a la Luna desde la última misión de Apolo, en 1972, la cual debe despegar el 29 de agosto.

“Esto es mucho más emocionante que cualquier cosa en la que haya participado” antes, dijo LaBrode a los periodistas en el Centro de Control de Misión de la agencia espacial estadounidense, en Houston, Texas.

El hombre, de 60 años, confesó que la víspera del lanzamiento será probablemente una larga noche en vela.

“Estaré tan emocionado. No seré capaz de dormir mucho, estoy seguro”, señaló ante las pantallas gigantes del puesto de control.

Artemis 1, un vuelo de prueba no tripulado, también contará con el despegue del enorme cohete Space Launch System (SLS), el más poderoso del mundo cuando entre en operación.

Propulsará a la capsula Orion en órbita alrededor de la Luna. La nave permanecerá en el espacio 42 días antes de volver a la Tierra.

Hora de volver

A partir de 2024 los astronautas realizarán el mismo viaje a bordo de Orion, y ya hacia 2025 un astronauta estadounidense podría volver a poner un pie en la Luna.

Mientras dure la misión Artemis 1, un equipo de unos 12 funcionarios de la NASA permanecerá en el puesto Misión de Control las 24 horas diarias. El centro fue renovado y actualizado para la ocasión.

Los equipos llevan tres años ensayando para este momento.

“Se trata de algo totalmente nuevo, un cohete totalmente nuevo, una nave espacial totalmente nueva, un centro de control totalmente nuevo”, explicó Brian Perry, a cargo de la trayectoria de Orion tras el lanzamiento.

“Puedo decir que mi corazón quedará haciendo tum tum, tum tum. Pero trabajaré duro para mantenerme enfocado”, declaró Perry, quien ha trabajado en numerosos vuelos de transbordadores espaciales a lo largo de años.

Más allá de las mejoras en la Misión de Control, el Centro Espacial Johnson vive alborotado por Artemis.

En el centro del gigantesco tanque de entrenamiento para astronautas, la mayor piscina de interior del mundo con más de 60 metros de largo, 30 de ancho y 12 de profundidad, se levantó una cortina negra.

En un lado del llamado Neutral Buoyancy Lab (Laboratorio de Flotabilidad Neutral) hay una maqueta de la Estación Espacial Internacional, sumergida.

Ya en el otro, se va recreando poco a poco el entorno lunar en el fondo de la piscina, con rocas gigantes hechas por una compañía especializada en decoración de acuarios.

“Apenas en los últimos meses comenzamos a poner arena en el fondo de la piscina”, indicó la subdirectora del laboratorio, Lisa Shore.

En el agua, los astronautas experimentan una sensación que se acerca a la pérdida de gravedad en el espacio. Para entrenarse de cara a eventuales viajes a la Luna, las simulaciones deben ser iguales a la gravedad lunar, de una sexta parte de la de la Tierra.

En una sala situada arriba de la piscina, los astronautas son guiados a distancia con un retraso de cuatro segundos en las comunicaciones similar al que se experimenta en la superficie de la Luna.

Seis han completado el entrenamiento y otros seis deberían lograrlo para finales de setiembre. Este último grupo llevará los nuevos trajes espaciales encargados por la NASA para la misión Artemis.

Cada sesión en la piscina pueda durar hasta seis horas.

“Es como correr un maratón dos veces, pero con las manos”, explica el astronauta Victor Glover.

Glover volvió a la Tierra el año pasado tras pasar seis meses en la Estación Espacial Internacional. Ahora trabaja en un edificio dedicado a todo tipo de simulaciones.

Dijo que su trabajo consiste en ayudar a “verificar procedimientos y equipos” para que luego que la NASA designe los astronautas de la Artemis que participarán en las misiones a la Luna.

Usando cascos virtuales, los astronautas pueden acostumbrarse a caminar en condiciones oscuras en el Polo Sur de la Luna, donde aterrizarán las misiones.

El Sol apenas se levanta por encima del horizonte allí, lo que significa que siempre hay largas sombras oscuras que dificultan la visibilidad.

Los astronautas también deben acostumbrarse a las nuevas naves espaciales, como la cápsula Orion, y los sistemas. A bordo de uno de los simuladores, sentado en el asiento de comandante, se entrena personal para acoplarse a la futura estación espacial lunar Gateway.

Todo se alista

En otras partes del centro espacial se usa una réplica de la cápsula Orion para cuatro personas.

Debbie Korth, directora del programa Orion, ha trabajado en este más de 10 años y asegura que todo el mundo en Houston está emocionado por el regreso a la Luna y el futuro de la NASA.

“Definitivamente siento que es una nueva edad de oro”, asegura.

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