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Conozca detalles de las 3 mil bolsas para fallecidos por COVID-19 que compró la Caja

Se utilizan dos por cuerpo, una transparente y otra blanca

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Cuando la gente comenzó a salir a la calle y a dejar de hacerle caso al llamado a quedarse en casa que reiteran las autoridades de Salud, el presidente ejecutivo de la Caja del Seguro Social, Román Macaya, recordó las tres mil bolsas para fallecidos por COVID-19 que compró la institución.

En aquella oportunidad, el lunes 13 de abril, Macaya dijo que habían comprado ese montón de bolsas para días como ese, cuando las personas salieron a la calle irresponsablemente a llenar bancos y comercios sin respetar la distancia que debe de existir para evitar el contagio.

La Teja se dio a la tarea de conocer más sobre dichas bolsas, que costaron en total 13 mil dólares (cerca de 7,5 millones de colones) y cuya compra fue calificada por Mario Ruiz, gerente de la entidad, como una de las decisiones más duras que tomó en su vida como especialista y funcionario de la Caja.

Dos por persona

Según lo que dice el Lineamiento Nacional para la Manipulación y Disposición final de cadáveres con diagnóstico y sospecha de COVID-19, se trata de bolsas de embalaje con nivel de bioseguridad 3 (son en total cuatro niveles según el riesgo).

Se utilizan dos bolsas por persona. La primera es transparente y se mete desde la cabeza hacia los pies. Posteriormente se debe sellar con gaza plástica de amarre o amarre de seguridad de nailon.

Una vez sellada herméticamente la primera bolsa, debe desinfectarse por fuera utilizando una solución desinfectante de uso hospitalario.

Seguidamente se introduce el cadáver en una segunda bolsa de embalaje de color blanco. Esta vez se mete primero desde los pies hacia la cabeza, y posteriormente también se sella con gaza plástica o amarre de seguridad de nailon y se vuelve a realizar el proceso de desinfección externa.

El personal a cargo de este procedimiento deberá portar siempre equipo de protección personal, como gafas de seguridad, respirador N95 (tipo de mascarilla), bata impermeable desechable, cobertores impermeables de botas y doble guante (primero látex y encima de nitrilo).

El patólogo de la Caja, Ruy Vargas, explicó que estas bolsas soportan hasta 150 kilos, miden dos metros y medio de largo por un metro de ancho y tienen un milímetro de grosor.

Medidas con la familia

Vargas agregó que el proceso que se sigue con un paciente fallecido por COVID-19 para entregarlo a la familia implica una serie de medidas para reducir todo riesgo de infección, tanto del personal como de los familiares.

“Una vez que se tiene el diagnóstico de muerte, al cuerpo se le realiza una limpieza y desinfección. Se le ponen gazas con alcohol en todos los orificios corporales. Se le pone la ropa que tenía en el salón, no más allá del cuello, el rostro queda sin tapar”, comentó.

Agregó que una vez colocado en las bolsas, el cuerpo se traslada de donde falleció a la morgue y allí solo lo puede reconocer un único familiar, a quien se le abre la bolsa blanca. Luego se cierra la bolsa con una gaza hermética y se coloca el cuerpo en un ataúd de madera con clavos.

A partir de ahí la familia tiene dos opciones: Lo lleva a cremar o procede a enterrarlo en un lapso menor de 24 horas a partir de la entrega.

Vargas reiteró que no pueden abrir el ataúd y el acto religioso debe ser corto. La recomendación es que lo lleven del hogar al cementerio.

Más miedo a los vivos

No obstante, la infectóloga Gisella Herrera es del criterio que se le debe tener más miedo a los vivos que a los muertos, ya que el COVID-19 se transmite por secreciones bronquiales y por saliva, y una persona fallecida no tiene cómo expulsarlos.

“La persona fallecida se entrega en una bolsa impermeable, que no permite la salida de fluidos, para que los familiares vayan rápidamente y lo retiren, no lo maquillan ni lo arreglan. Se hace así más que todo previendo una gran cantidad de fallecidos al mismo tiempo, donde el sistema de salud y las funerarias no den abasto. Ojalá no se usen, todo depende de cómo se siga comportando la población”, enfatizó Herrera.

Agregó que la persona fallecida no es el problema, sino que se está abogando para que la gente no haga velas, funerales, misas donde se conglomeren personas.

Shirley Sandí

Periodista.

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