Nacional

Exfuncionario bancario fue el maestro de reos que estafan por teléfono

Aprendieron la hablada que se echaba y algo del sistema bancario para hacer guiones

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El extrabajador de un banco ha sido el maestro de muchos reos para mejorar la manera en la que hacen estafas por teléfono desde la cárcel.

El hombre cayó preso por un robo hace algunos años (aún está encerrado) y empezó a hacer llamadas para estafar. Otros presos aprendieron rápidamente la hablada que se echaba y el procedimiento y han ido perfeccionando la técnica. Las víctimas siguen engrosando las listas.

Antes de que el exfuncionario bancario cayera preso ya se daban estafas desde las prisiones, pero ahora incluso escriben guiones para llevar el hilo. Los presos más viejos son quienes los redactan.

Esta información y mucha más que leerán fue proporcionada por una fuente que conoce el teje y maneje de este tipo de operaciones dentro de La Reforma. Por razones de seguridad de esa persona La Teja se reserva el nombre.

Hoy los reos estafadores se aprenden el guion que les escriben, ensayan y luego se lanzan a la búsqueda de personas que caigan en sus redes.

Según el experto en seguridad Gerardo Castaing, esos presos que llaman y hablan tienen características particulares como la facilidad de palabra, el poder de convencimiento y a veces con capaces de hacer de la mentira una verdad.

La Teja publicó este viernes el caso de un hombre al que intentaron estafar desde la prisión, pero como estaba en todas más bien vaciló al delincuente que telefoneaba. El maleante se enojó y amenazó al hombre con mandarlo a matar.

Nuestra fuente añadió que los presos prefieren dedicarse a las estafas que los trabajos que les ofrece el sistema penitenciario, que por mes les deja ¢14 mil como máximo.

“Eso no alcanza para nada, es una cochinada. Incluso los que hacen de campana (los que avisan que hay un policía cerca) se ganan cinco mil colones por cada uno de los presos que hacen estafas (por cuidarles la espalda)”, dijo el informante.

Celus a precio de oro

¿Cómo es que los presos consiguen los teléfonos celulares para poder llamar desde las cárceles e intentar estafar?

“Hay viejas que traen extranjeros y los ponen a bretear en eso. El que mete un celular gana un porcentaje y ellas ganan otro. Cuando eso pasa, empieza a pasarse la bola de pabellón en pabellón de que fulanita mete celulares”, dijo.

Además, contó nuestra fuente que esas personas que introducen los celulares muchas veces llegan con comida para los presos pero esa es la mampara para lograr el objetivo.

Gerardo Castaing explica que una de las deficiencias del sistema penitenciario tiene que ver con un voto de la Sala Cuarta que prohíbe hacer requisas profundas a los visitantes. “A partir de ese voto, no se pueden revisar vaginas ni rectos y por allí meten teléfonos”, dijo el experto.

Nuestra fuente sostiene que incluso hay funcionarios que introducen celulares.

El 27 de agosto de este año fue detenido un policía penitenciario de apellido Pacheco con siete celulares, quince chips de celulares, cargadores y drogas en el Centro de Atención Integral Gerardo Rodríguez en San Rafaael de Alajuela.

“Cuando eso pasa se hace con delicadeza para no quemarlos porque siempre hay un (reo) envidioso que dice que como a él no le ayuda lo va a sapear", reveló la fuente.

Dice este informante que por meter un teléfono a la cárcel se paga entre ¢200.000 y medio millón pero una vez adentro, el valor del aparato sube y puede costar desde ¢600.000 hasta el millón.

El informante sostiene que a las cárceles meten plata de la misma manera que celulares y que la plata que hacen los reos con las estafas la depositan en cuentas de personas que se prestan para eso (y que reciben una comisión del 20 por ciento).

En otros casos el grupo estafador recurre a anuncios del tipo “gane dinero fácil”. Hay personas que caen y entonces les dicen que deben abrir una cuenta bancaria. En algún momento esa persona se da cuenta de que le depositaron plata (que proviene de estafas) y casi de inmediato le llaman para decirle que el depósito fue un error y le mandan dos personas que lo acompañarán al cajero a sacar el efectivo.

“Al final les pagan entre ¢50.000 y ¢200.000, pero si empiezan a preguntar mucho los amenazan”, dijo.

Seis "oficinas

En las cárceles de Tiquicia hay entre tres y seis “oficinas” por pabellón que se dedican a estafar por medio de llamadas telefónicas.

No se trata de lugares físicos, son grupos de presos que se juntan y utilizan aplicaciones para cometer sus fechorías. Nuestro informante sostiene que también tienen acceso a bases de datos.

Cada “oficina” tiene al menos dos operadores, uno que hace la llamada y habla con la posible víctima y otro que utiliza un celular para acceder a las aplicaciones. La mayoría de las veces una tercera persona toma notas.

La fuente añade que los bancos más vulnerables son los estatales y que uno privado y una cooperativa son los más difíciles de ser penetrados cuando ya tienen los datos facilitados por la víctima.

“Aunque los bancos han subido sus niveles de seguridad, en muchos casos la gente entrega sus códigos de acceso, fotos de claves dinámicas, token y demás”, contó el informante.

Esa confianza de algunas personas es la que termina jugando en su contra.

En la estructura delictiva es fundamental el jachudo (líder de un pabellón) quien permite o no que se hagan estafas. Cuando deja cobra una comisión de entre el 20 y el 50 por ciento de lo estafado.

Según la fuente, los estafadores les ponen mucho el ojo a los pensionados de lujo. Los datos de esas personas están en páginas del Gobierno, donde salen nombres, montos que reciben y hasta los números de cédula.

Los presos toman esa información, la meten a bases de datos a las que tienen acceso y así obtienen direcciones, teléfonos, nombres de hijos, de la esposa, de los padres y más.

Sin embargo, Castaing cree que un estafador llama al que sea, no solo a pensionados de lujo. Algunos han llamado incluso a instituciones de beneficencia.

Juntos en lo mismo

Añade nuestra fuente que dos de los presos que aparecen en un video que se hizo público el 13 de agosto de este año y en el cual se ve cómo hacen estafas, están juntos en un mismo pabellón dentro de La Reforma.

Identificó a dos de los sujetos como Gonín y Chapulín e informó que continúan en el mismo ámbito. “Siguen estafando”, dijo.

Gerardo Castaing ve en eso un grave error.

“Si los dejan en contacto, la comisión de delitos va a continuar y es delicado. Los jefes (Adaptación Social) deben tomar medidas estrictas, separarlos”.

El director de la Policía Penitenciaria, Pablo Bertozzi reconoció que permanecen en el mismo módulo.

“Lo delicado desde el punto de vista penal es que la seguridad penitenciaria acepte que eso funcione así y si lo aceptan de forma voluntaria son partícipes. La acción de la policía debe ser estricta”, comentó Castaing.

Franklin Arroyo

Franklin Arroyo

Periodista egresado de la Universidad Federada. Integra el equipo de Nuestro Tema de La Teja. Trabajó en el Periódico Al Día, corresponsal del diaro Marca para Centroamérica y editor de la revista TYT del Grupo Eka.

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