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Nicaragüense exiliada: “Un día no teníamos qué comer y nos fuimos a cantar al centro de San José”

Nydia Monterrey Guillén narra que su inicio en Costa Rica estuvo lleno de burlas y humillaciones por su origen

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Nydia Monterrey Guillén es una nicaragüense valiente que encontró en Costa Rica un hogar cuando más lo necesitaba.

Ella nació en Bluefields, en el Caribe sur de Nicaragua, y se fue a vivir a Managua para estudiar, sin embargo, durante las manifestaciones del 2018 su vida se vio en peligro y tuvo a abandonar el país que tanto ama.

— ¿Cuándo llegó a Costa Rica?

Migré a Costa Rica el 21 de julio del 2018.

— ¿Logró terminar sus estudios en Nicaragua?

Sí, estudié Sicología, me gradué en 2016 de la Universidad Centroamericana (UCA).

— ¿Por qué viajó a nuestro país?

Mi exilio se debió a que necesitaba salvaguardar mi vida, estuve protestando en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) durante 63 días y fui víctima del ataque a la iglesia Divina Misericordia en la UNAN, Managua, el 13 de julio del 2018. A raíz de eso empezó una persecución en mi contra.

— ¿Recibió amenazas directas?

El día tormentoso en el que se dio el ataque que acabó con la vida de dos personas yo utilicé mis redes sociales para transmitir en vivo lo que estaba pasando, para mi sorpresa los medios de comunicación nacionales y algunos internacionales tomaron mi video de Facebook y los circularon, salió hasta en Univisión.

Cuando me permitieron salir de ahí y volví con mi familia, mis conocidos me dijeron que debía huir porque mi rostro se había hecho viral. Ese mismo día empezaron a apresar a compañeros que estuvieron conmigo y me refugié en casas de seguridad; algunos amigos que estuvieron presos pocos días me dijeron que me estaban buscando y tuve que salir de Nicaragua.

Luego de eso empezamos a ver publicaciones en Facebook en las que mencionaban mi nombre, el de un hermano y el de mi papá que es periodista y decían que nos andaban buscando. También una amiga de mi mamá dijo que había escuchado que si nos veían nos iban a desaparecer.

— ¿Cómo fue su llegada a Costa Rica?

El viaje no fue planeado, fue algo de un momento a otro, nos recibió una persona que vivía en Golfito a quien le voy a agradecer toda la vida. Cuando entramos al país nos agarró la Policía, yo me puse a llorar y les dije a los oficiales que si nos iban a devolver a Nicaragua, por favor, nos dejaran regresar solos, pero que no nos entregaran a las autoridades porque nos iban a matar, pero los oficiales vieron mi terror y nos ayudaron y nos dijeron cómo solicitar refugio aquí.

— ¿Le costó mucho conseguir trabajo?

En Golfito estuve poco tiempo porque tenía que estar viajando a San José para las citas en Migración, no pude conseguir trabajo porque no tenía permiso laboral, así que con la ayuda de una red de apoyo me vine con las personas que huyeron conmigo a San José.

Apenas llegué a la capital empecé a trabajar limpiando casas, como asistente de proyectos en la organización Un Techo para mi País, también estuve trabajando para unas personas que se dedicaban a la fotografía, fue una etapa dura porque los jefes eran costarricenses y eran xenofóbicos, me humillaban constantemente por mi nacionalidad y me explotaban laboralmente porque me pagaban 6 mil colones por todo un día de trabajo, ellos solo contraban menores de edad y migrantes sin papeles.

Con esa misma familia encontré trabajo en una floristería, pero era la misma historia, se burlaban de mí y querían dizque enseñarme a hablar, trataron de humillarme con argumentos absurdos como que las mujeres de allá no son tan bonitas y me decían improperios y yo trataba de no responder de forma ofensiva por mis valores, claro, debo reconocer que en algún momento perdí la amabilidad por todo lo que me decían.

— ¿Cómo ajustaba para los gastos suyos y de las otras cuatro personas que estaban con usted?

En la floristería ganaba 70 mil colones por semana y apenas alcanzaba para comprar la comida porque éramos cinco personas. Una tía que está en los Estados Unidos nos daba la mayor parte para poder pagar el alquiler, lo completábamos con amigos que nos ayudaban.

Fue muy duro porque nunca había estado acostumbrada a pedir ayuda. Pasé diez meses durmiendo en el piso hasta que una tía me regaló una cama de segunda y así poco a poco, con la solidaridad de la gente y de la mano de Dios, fuimos saliendo. Recuerdo que un día no teníamos qué comer y nos fuimos a cantar a San José, fue una experiencia superemotiva, nos encontramos nicaragüenses que besaban la bandera antes de darnos algunos colones, como también nos encontramos personas que nos gritaron improperios, pero la Fuerza Pública nos defendió y nos protegió.

— ¿Cuál es su realidad ahora?

Logré conseguir un trabajo mejor en un medio de comunicación enfocado en contenidos para Nicaragua, estuve ahí tres años y ahora estoy en otro medio, me siento muy bien porque siempre me ha apasionado la comunicación y me siento libre venciendo la censura desde aquí.

También me convertí en mamá aquí, fue un embarazo muy complicado porque fue durante la peor etapa de la pandemia, mi mamá y mi suegra querían venir a acompañarme, pero no pudieron porque las fronteras estaban cerradas, todo lo vivimos solos mi pareja y yo, pero gracias a Dios salió bien y ahora disfruto a mi familia.

Ya mi papá está exiliado aquí y mis hermanos también, solo falta mi mamá. Hoy en día le tengo cariño y gratitud a este pedacito de tierra, pero anhelo volver al mío.

Rocío Sandí

Rocío Sandí

Licenciada en Comunicación de Mercadeo de la Universidad Americana; Periodista de la Universidad Internacional de las Américas, con experiencia en Sucesos, Judiciales y Nacionales. Antes trabajó en La Nación y ADN Radio.

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