Doña Cecilia es cabeza de hogar, solita saca a sus hijos adelante con una pequeña soda y cada vez que tiene que correr a comprar gas suplica que ojalá el nuevo cilindro le dure un poquito más, pero su súplica no es escuchada.
Y el motivo es muy simple, el cilindro no le dura más porque lo compra ordeñado. Y ante este secreto a voces, por fin la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) abrió los ojos.
Un reporte anual de la institución sobre la calidad de los combustibles, la electricidad y el gas, confirmó el ordeño de los cilindros de gas de cocina a tal punto que si esta sinvergüenzada no existiera, a los familias el producto les duraría, en promedio, ocho días más.
Y aparte de que los cilindros son verdaderas bombas de tiempo, los usuarios sufren un robo a mano armada. Y lo que más indigna y duele es que de los 700 mil hogares que cocinan con gas, una gran mayoría son conformados por gente humilde, pulseadora, a los que les cuesta ganarse el arrocito y los frijoles.
Según la Aresep, a las empresas envasadores les exigieron frenar ese desmadre, y el año entrante verificarán las correcciones mediante las mediciones del contenido de los tarros.
Aquí el punto es que el asunto del ordeño es viejo, y si ya la Aresep tiene pruebas, pues lo que sigue es aplicar la ley. No es posible que empresas tan ricas obtengan más ganancias de las debidas a costa de los más humildes.
Y si el ordeño lo cometen los distribuidores, pues a ellos también deben entrarle con los tacos de frente. Ahora que la Aresep decubrió el agua tibia, lo que debe hacer es actuar y sin paños tibios.