A pocos meses de que ir a elecciones presidenciales, una vez más con la bendición de hacerlo libremente, en democracia, es un buen momento para reflexionar sobre este privilegio.
Hoy Costa Rica es la única democracia plena en Centroamérica, dice el reconocido Informe estado de la región. Calificación compartida por Noruega, Canadá, Japón, Chile y Uruguay.
Nicaragua es autoritaria, como Cuba y Venezuela, mientras El Salvador retrocedió para unirse a Guatemala y Honduras con regímenes híbridos.
El tico es el que más apoya la democracia; peroooo...la legitimidad reconocida a este sistema cayó de alta a media y la tolerancia, propia de la vida democrática, también bajó.
Las personas con baja tolerancia frente a quienes piensan diferente o tienen otros valores “representan un riesgo para la democracia en tanto su creencia en ella carece de bases sólidas y, en un contexto electoral, ese desarraigo podría ser capitalizado por grupos antisistema”, dice Ronald Alfaro, uno de los investigadores.
También amenaza la desinformación, surgida de la mano de Internet y las redes sociales con gran potencial destructivo.
Hay un caldo de cultivo muy peligroso para que cualquier desquiciado populista le hable al oído a los intolerantes.
Por eso, ningún retroceso en nuestras virtudes democráticas debe ser ignorado. La clase política se empeña en crear expectativas irrealizables y la desigualdad crece, alentada por presupuestos públicos mal dirigidos y la corrupción.
La lista de tareas pendientes para perfeccionar la democracia es larga y las amenazas son tendencia en toda Centroamérica y más allá.