El diputado independiente Dragos Dolanescu se robó el show el miércoles, durante la comparecencia del presidente Carlos Alvarado en la Asamblea Legislativa, por razones que parecían más destinadas a llamar la atención y a hacer ruido que a conseguir de veras información importante del caso UPAD.
Del legislador, que es psicólogo, se esperaría una actitud más relacionada con su cargo que con un comportamiento propio de un alborotador.
El miércoles nos dejó a todos con la boca abierta y no precisamente por la mascarilla de cuero que usaba, sino por la forma tan irrespetuosa con la que se dirigió al presidente de la República.
La altanería que mostró nada tiene que ver con la rivalidad política y es completamente inútil para una comisión investigadora que pretende hacer un trabajo serio. La diputada que presidía la comisión debió hacérselo ver y le pidió respeto hacia la investidura presidencial.
En el informe que esa comisión redactará no habrá ni una sola mención a las insolencias de Dalonescu, su recuerdo de cómo conoció a Alvarado no le interesa a nadie, es un hecho intrascendente por cualquier lado que se le vea.
Y si quiso jugar de que estaba muy bien informado al revelar la clave del teléfono celular del mandatario tampoco aportó nada relevante para el fondo del asunto, que es si la UPAD hizo o no labores de espionaje. Valga decir que salvo algunas personas son claros intereses electorales, ningún profesional serio piensa que al tener acceso a datos de los costarricenses el gobierno estaba llevando a cabo una labor de espionaje.
En general, las comisiones legislativas tienen mala fama. Se afirma popularmente que hacen mucha bulla y al final, como se dice en buen costarricense, no ponen el huevo. Esta tiene toda la pinta de que se irá en humo y las altanerías el enmascarado legislador quedarán como un ejemplo de conducta reprochable en el plenario y frente a quien ostenta el cargo más alto del país.
La intervención de Dolanescu fue irrelavente en cuanto a lo que consiguió. Hizo mucho ruido, nada más. Ojalá otros no sigan el camino de esa pésima lección que dio.