Soñar es muy fácil y botar la plata que no sale del propio bolsillo, aún más. Así es la propuesta del diputado Eduardo Cruickshank para construir un gran parque de diversiones en el Caribe.
“Se carece de información referente a estudios técnicos que respalden la propuesta planteada, así como su viabilidad técnica, presupuestaria, financiera, económica y su impacto social”, advierte la Contraloría General.
Y precisamente porque Limón merece mucho y ha recibido poco se debe velar por el óptimo uso de los recursos que salen del funcionamiento del megapuerto de Moín, plata con la que se quiere construir el parque.
El fondo está constituido por el 7,5 % de los ingresos netos mensuales de la concesionaria APM Terminals, tiene $24 millones acumulados (unos ¢14.700 millones) y a lo largo de 30 años de concesión se estima el ingreso en unos $1.000 millones.
Una asociación encargada de desarrollar el parque recibiría el 20 % de los recursos disponibles, pero nadie sabe cuánto costará la obra. Tampoco hay idea de la ubicación idónea ni de la extensión de las instalaciones.
Empresarios cautelosos al invertir su propia plata no siempre muestran el mismo cuidado cuando el dinero es de todos. Sindicatos ávidos de protagonismo y oportunidades apenas se encogerán de hombros si surge la necesidad de poner candado a la cuantiosa inversión, como las grúas pórticas, deterioradas a vista y paciencia de quien quiera ver el espectáculo.
Todos los limonenses deben hacer oídos sordos a los cantos de sirena y exigir los estudios normales antes de consentir alguna inversión del dinero que les pertenece.