Nacional

OPINIÓN: Ojalá que EE.UU. baje la alerta de viajar a Tiquicia, pero también el gobierno debe atacar con todo la inseguridad de ticos y visitantes.

Los visitantes no solo la sufren con la delincuencia, en sus desplazamientos por nuestras carreteras también se juegan la vida

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Desde hace algunas semanas el gobierno de Donald Trump nos puso al nivel de países extremadamente violentos como como Honduras, Venezuela, Brasil, en los que asesinan a a 50 personas por cada 100 mil habitantes y nos rebajó la nota en la calificación turística del país.

En Costa Rica la cifra es de 11 asesinatos por cada 100 mil habitantes, así que vemos injusto que los gringos nos califiquen tan duro, en especial por el rudo golpe que representa para el turismo ya que de ese país vienen al año millón y medio de visitantes.

De ahí, que ni lerdo ni perezoso, el presidente Carlos Alvarado le pulseó al secretario de Estado de los Estados Unidos, Michael Pompeo, en su visita relámpago de este martes que nos ayude en ese asunto. Pompeo aseguró que le entrará “lo más rápido posible” .

Sin embargo, sea injusta o no la comparación en cuanto a la tasa de homicidios entre Honduras y Costa Rica, debemos apelar a lo que les decimos a los carajilllos cuando suenan en los exámenes en la escuela y dicen que todos salieron mal.

O sea, no nos preocupemos por lo que ocurre en otros países, sino por la inseguridad que hay en el nuestro. Y si hay turistas asesinados es porque tenemos inseguridad.

Y para echarle más sal a la herida, recordemos también que los turistas no solo se ven golpeados por la delincuencia, también se juegan la vida en sus desplazamientos por carretera, donde ya son varios los que han muerto por culpa de choferes irresponsables.

Si nosotros nos matamos en carretera, pues desgraciadamente es parte de nuestra cultura del irrespeto a la vida humana y a las leyes de tránsito, sin embargo, los extranjeros que vienen con la ilusión de conocer y disfrutar de nuestras bellezas no deben regresar en ataúdes a sus países.

Tal como ocurrió el 2 de diciembre del 2019 en Curubandé, Liberia, cuando una familia de visitantes viajaba en una buseta hacia el aeropuerto de Liberia, luego de pasar unas vacaciones en el país.

En el choque contra un pick up, manejado por un joven borracho, fallecieron Enisha Lashelle Roberson, de 38 años, y su hijo Cannon Anthony Roberson, de 6 años

También perdió la vida el chofer de la buseta, Allan Pererira Leiva.

El único sobreviviente fue Anthony Roberson, esposo de Enicha y papá de Cannon, quien regresó a Texas viudo y sin su hijo.

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