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¡Qué ejemplo! Mamás ganan curso y demuestran que no hay “trabajos de hombres”

Nueve pulseadoras se metieron a aprender un oficio que por lo general es “para hombres”

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Susana Porras Núñez hizo a un lado sus prejuicios y miedos y aprendió a manejar montacargas, oficio que muchos ven, de forma errónea, “para hombres”.

Ella, de 37 años y vecina de una conflictiva zona localizada entre La Guácima y San Rafael de Alajuela, asegura que tiene muchos deseos de superarse.

“Donde yo vivo hay problemas de delincuencia y drogas, pero muchas de las personas que vivimos ahí queremos hacer un cambio. Tengo cuatro hijos, tres varones de 22, 19 y 9 años y una mujer de 7 y quiero lo mejor para ellos”, aseguró la luchadora.

Esta pulseadora forma parte del grupo de mujeres que recibieron becas del 100% gracias a una alianza realizada entre las empresas MATRA y DHL.

Junto a ella se graduaron Jeraldín Bracho Chirinos, Yendri Carvajal Méndez, Gabriela Mena Castillo, Robersy Saraiz Gudiño De Prieto, Kathy Massiel Flores, Angelica Marín Segura, Ana Karina Ortega Amador y Silvia Vargas Murillo.

Antes de llevar el curso, Susana trabajaba como miscelánea en las bodegas de un supermercado.

La alajuelense sigue las redes sociales de la Fundación Mujer y ahí se enteró de las becas que estaban entregando y escribió para decir que estaba interesada.

“En un principio me dijeron que ya no había campos disponibles, pero como a la semana me contactaron y me dijeron que había lugares disponibles y que había sido seleccionada, sentí tanta felicidad”, recordó.

Gran reto

La soñadora tomó la difícil decisión de renunciar al trabajo para meterse de lleno en las capacitaciones.

Su esposo, Jordan Campos, estaba sin trabajo en aquel momento, pero por dicha consiguió uno para poder sacar adelante la familia y meterle el hombro a Susana mientras se capacitaba.

Aunque Susana tenía muchas ganas de emprender el nuevo reto, de experiencia no tenía nada, ya que nunca había manejado ni una moto, eso le generó inseguridad, pero de todas formas lo intentó.

“El primer día que me subí al montacargas me quedé viéndolo y le dije al instructor: ‘¿ahora que hago?’, mis compañeras se rieron, pero no burlándose, ellas siempre me apoyaron.

“Aprendí desde cero y no fue fácil, en un momento sentí que no iba a lograrlo, me costaba mucho apilar las cosas en las alturas, el calcular la mercadería no era algo sencillo, pero el profesor, que también se convirtió en mi amigo, me decía que me tranquilizara, que tuviera paz y respirara y que yo tenía la capacidad para hacerlo”, contó.

Susana dice que ahora se siente feliz de haber completado el curso y de tener ya su licencia para manejar montacargas.

“Ya los nervios quedaron botados, ahora solo disfruto cuando estoy manejando el montacargas, todo es cuestión de práctica.

“Muchas personas me dijeron que cómo se me ocurría meterme a cosas de hombres, pero yo no las escuché y me alegro de no hacerlo, porque me demostré que tengo la capacidad de hacer lo que me proponga, hay que dejar atrás los miedos y atreverse a ser diferente”, relató.

Sacrificios valieron la pena

Jeraldín Bracho es otra de las valientes que asumieron el reto de convertirse en montacarguista; tiene 36 años y nació en Venezuela, pero hacer tres años se vino para Costa Rica con su familia. Es vecina de Alajuela.

Ella también vio el anuncio de las becas por medio de la Fundación Mujer y aplicó llena de esperanza.

“Tengo dos hijos, un varón de 15 años y una niña de ocho y por ellos fue que hice esto, son mi motor de vida. No fue un proceso fácil, tuve que dejar de trabajar en la panadería en la que ayudaba para meterme de lleno en esto.

“Aunque gracias a la beca no tuve que pagar nada en la capacitación, sí tenía que ver la manera de llevar el sustento a mi familia, porque soy jefa de hogar, así que vendí tiempos en varios puestos para salir adelante durante estos meses de capacitación”, relató.

La empunchada mujer dice que varias veces habló con sus hijos para explicarles que los sacrificios y limitaciones que estaban viviendo eran temporales, y que la decisión de llevar la capacitación la había tomado para buscar la manera de darles un mejor futuro y ellos siempre la entendieron y apoyaron.

“El día que me dieron la licencia B3 los primero que hice fue llamar a mis hijos y ellos se pusieron todos contentos. El día de la graduación del curso me acompañó mi hija, estaba toda contenta y me llenó de satisfacción verla así, de verdad que todo valió la pena”.

Rocío Sandí

Rocío Sandí

Licenciada en Comunicación de Mercadeo de la Universidad Americana; Periodista de la Universidad Internacional de las Américas, con experiencia en Sucesos, Judiciales y Nacionales. Antes trabajó en La Nación y ADN Radio.

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