John López es un migrante nicaragüense que vive en Costa Rica y que se alegra de haber encontrado en este país las oportunidades que buscaba para crecer en sus estudios y sueños profesionales.

Recientemente la historia de John atrajo la atención de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que en su sección de noticias se refirió a este caso para destacar las oportunidades que encuentran los migrantes nicaragüenses en suelo tico.

“Estudiar, vivir libres y sentirse seguros: los sueños de los niños y adolescentes migrantes se hacen realidad en Costa Rica”, es el título de la publicación.

“John se puso de pie. Guardó silencio por unos segundos y suspiró. Aunque tímido y de voz baja, no quería perder la oportunidad de contarle al mundo su historia.

“Sus grandes ojos, oscuros y expresivos, hablaban por él. A ratos mostraban alegría, luego esperanza y otras veces se llenaban de incertidumbre”, comenzó el artículo.

Luego continuó: “Sé que puedo ser un ejemplo para otros jóvenes, especialmente para aquellos que se sienten sin esperanza, discriminados, excluidos y que tienen miedo de enfrentarse a la realidad.

“Soy migrante en Costa Rica, tengo 7 hermanos y mi vida ha sido difícil. Pero hoy ya soy bachiller de secundaria y técnico en administración aduanera. También sé hablar francés”, dice con orgullo.

Sin tiempo que perder y decidido a que ningún obstáculo le impidiera alcanzar sus sueños, John encontró la forma de superar las notas en francés, idioma que le sacó las canas.

“Aprendí francés en YouTube. De hecho, me iba mal en el colegio y aplacé la materia, pero en ese momento decidí que lo superaría.

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“No teníamos dinero para pagar clases entonces eché mano de lo que tenía disponible: el celular y YouTube. Hoy puedo decir que estoy enamorado del francés y que quiero seguir estudiándolo, aprendiéndolo para ser pronto el mejor profesor de francés de toda Costa Rica”, cuenta con entusiasmo.

John no ha encontrado trabajo, sin embargo, no se queda quedito y junto a su abuela echaron a andar una pequeña empresa para vender pinolillo.

La vida y Costa Rica tampoco lo dejan ahogarse, así que a pesar de que no hay trabajito por ahora, sí le llegó una muy buena noticia: Fue escogido para recibir una beca del Programa Empléate del ministerio de Trabajo y ha comenzado a estudiar soporte técnico y ciberseguridad. Espera que con estos cursos se le abran de par en par las opciones laborales.

En Costa Rica los sueños de este nicaragüense empunchado están intactos: ser becado para seguir estudiando, entrar a la universidad, conseguir un trabajo y ayudar a más jóvenes que como él, han tenido que abandonar Nicaragua en busca de una vida mejor.

“Hay una frase que me gusta mucho: ‘Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil razones para reír’. Quiero mostrarle a cada persona que pueda leer mi historia en cualquier parte del mundo, que no importa los problemas que tengamos que siempre luchemos por nuestros sueños sin importar lo que diga la sociedad, y siempre mantengamos nuestra actitud en alto”, finalizó John.

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Sueños solidarios

John cuenta que a veces se ha sentido discriminado, aunque no entiende el porqué, pues según dice “todos somos hermanos de la misma tierra”.

Sueña, además, con ayudar a todas los migrantes que a duras penas se ganan la vida como vendedores ambulantes en San José. Le duele ver en las esquinas a las madres con niños a su lado vendiendo medias, pan o cargadores para celular, bajo torrenciales aguaceros.

John tiene claro que “estar en un país que no es el tuyo es muy difícil”, pero también afirma que ningún obstáculo lo detendrá.

Además de profesor de francés, sueño que ha tenido que detener por la falta de recursos para seguir estudiando, quiere ser activista por los derechos humanos.

Cien mil estudiantes migrantes

John es parte de un grupo de cerca de 10,000 estudiantes migrantes que, a través de un programa entre el ministerio de Educación Pública (MEP), el Patronato Nacional de la Infancia (PANI), la Dirección General de Migración y Extranjería y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), reciben apoyo para lograr tener sus papeles en orden.

El programa va de la mano con las 27 Direcciones Regionales del MEP y de más de 500 centros educativos en todo el país, que se echan encima la responsabilidad de identificar a esos niños y adolescentes migrantes que necesitan apoyo.

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Para dar vida a este programa, UNICEF cuenta con el apoyo de la Oficina de Población, Refugiados y Migrantes del Departamento de Estado de Estados Unidos y ha invertido más de $185.000 (más de ¢119 mil millones) para darle la tecnología necesaria y pagar trámites, así como también lograr una red de profesionales capaz de darle seguimiento a cada una de las solicitudes y asegurar así el acompañamiento que necesitan los niños, los adolescentes y sus familias.