Adrián González experimentó hace 33 años una vivencia que, para su fortuna, no le dejó secuelas pero que significó un gran susto: la caída de un rayo sobre diez estudiantes en el colegio Claretiano.
Recuerda que aquel día caía un baldazo y él se encontraba recostado a un ciprés y sus compañeros estaban en fila, frente a él.
“Fue como que me bajaron los brecker (interruptores), uno no siente ni ve nada. Los compañeros me contaron que se vio como un destello de luz y luego vieron el montón de cuerpos tirados, como rodeados por un aura”, explica.
Dice que al despertar se sentía como en un sueño en el cual tenía los pies adormecidos y se veía las manos llenas de barro.
Estuvo como 15 días internado en el hospital México porque se le perforó un riñón, que fue por donde le salió la descarga. Estuvo un año en tratamiento porque orinaba sangre.
“Recuerdo que los demás compañeros tenían huequitos en los dedos de los pies porque fue donde les salió la electricidad, solo a mí no. Mateo, como le decían a uno de los afectados, tuvo una quemadura en el pecho porque tenía un paraguas recostado cuando le cayó la estela del rayo y a otro muchacho de Alajuela (Jorge Rojas) se le inflamó la cabeza y tuvieron que drenarlo”, recordó Adrián.
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Pese a eso, como no sintió nada, asegura que no tiene traumas, ni temor a los rayos.
“Los muchachos decían que se sentía un olor a carne y a pelo quemado, pero yo no tuve consciencia de nada. Lo que hizo el colegio al final fue colocar .dos pararrayos y prohibir las mejengas cuando llovía”, agrega.
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