Con un nudo en la garganta, don Carlos Caicedo confesó que hasta el día de hoy no ha podido ver el cofre que contiene las cenizas de su amada hija Carla Stefaniak, esto debido al enorme dolor que todavía siente.

“Yo no he visto ese cofre, yo no quiero verlo doctor (así le dijo al juez), solo lo he visto en fotos”, dijo el señor mientras se limpiaba las lágrimas.

Caicedo declaró este miércoles durante el juicio que se lleva a cabo en los Tribunales de Pavas por el homicidio de la turista venezolana, ocurrido el 28 de noviembre de 2018.

Además de recordar los amargos momentos que vivió al descubrir el homicidio de su hija, don Carlos también vio por primera vez la cara del hombre acusado de matarla, el guarda Bismark Espinoza.

“El 28 de noviembre de 2018 marca un antes y un después en mi vida, es el peor día de mi vida. Ustedes no saben lo que es perder a un hijo”, dijo Caicedo.

Además, recordó que ese trágico día su hija estaba de cumpleaños, por eso le extrañó que ella no hubiera regresado a Estados Unidos para celebrar con su familia, poco después fue que se dio cuenta de la desaparición.

Caicedo no pudo viajar de inmediato a Tiquicia, por lo que uno de sus hijos, del mismo nombre, viajó para hablar con los encargados del hotel Villas Le Más, en Escazú, donde se hospedó la joven.

A como pudo, el señor finalmente realizó el viaje a Costa Rica, pero primero tuvo que hacer escala en Panamá, allí se enteró del hallazgo de un cuerpo cerca del hotel y en ese momento inició su pesadilla.

Se despidió

Apenas llegó al país en aquella ocasión, se fue soplado a la Morgue Judicial en San Joaquín de Flores, Heredia. El señor en ese momento tenía la esperanza de que el cuerpo encontrado en ese terreno no fuera el de su hija.

“No había duda de que era el cadáver de Carla, las huellas y las pruebas dentales lo confirmaron.

“Yo dije que estaba preparado, pero nadie lo esta. ¿Qué padre va a estar preparado? Esto no se lo deseo ni al peor enemigo”, continuó en su declaración.

Caicedo dijo que el cuerpo de Carla estaba irreconocible, su piel estaba hinchada y ya no tenía cabello. “No fue la que uno conoció, no era la niña que uno crió, yo no quería que fuera ella, pero sí era”.

El papá asegura que en la morgue sintió la presencia de su hija, por lo que se despidió de ella y le dio su bendición antes de pedir que lo sacaran de ahí.

Único consuelo

La confirmación de que su hija había sido asesinada fue un golpe terrible, pero en medio de ese terrible momento él y su familia encontraron un pequeño consuelo.

“Mi hijo me dijo: ‘Papá, en medio de esta tragedia, de este dolor tan grande, al menos tenemos el consuelo de que su cuerpo apareció’. Y tenía razón, porque se imagina usted el dolor que sentiría si no hubiera aparecido”, detalló.

Además, el señor aseguró que está muy seguro de que el asesino enterró el cuerpo para que nunca fuera encontrado.

“El que hizo esto jamás se imaginó que el FBI iba a entrar en acción, pensó que había hecho el crimen perfecto”, añadió.

Fuera de Estados Unidos

La muerte de Carla no solo llenó de dolor a su papá, sino que también complicó muchísimo su vida, pues el señor no pudo regresar a Tampa, Florida.

Cuando Caicedo intentó regresar a Estados Unidos fue considerado inadmisible, pues las autoridades le dijeron que como su patrocinador (término que se usa en migración) murió, él perdió su estatus migratorio.

El señor contó que él vivía en ese país norteamericano gracias a que Carla recibió la residencia en el 2010, cuando se casó con un hombre de apellido Stefaniak.

Por eso actualmente vive en Venezuela, donde se la juega día a día con una pensión de tan solo $3,5 (poco más de ¢2 mil).

Se espera que el juicio continúe mañana con la declaración de uno de los agentes del OIJ que participó en la investigación.

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