El miércoles 1° de febrero del 2012 todos los ojos del país se posaron sobre el piloto Rogelio Navas Montero, ya que la avioneta que él piloteaba se estrelló en el cañón del río Virrilla tan solo tres minutos después de haber despegado del aeropuerto Tobías Bolaños.
El experimentado aviador tenía en ese entonces 42 años de experiencia y eso lo permitió jugársela como un vikingo. Él le estaba dando clases a un joven y de un momento a otro la aeronave empezó a perder potencia, por lo que maniobró con muchas dificultades y sobrevoló un poco hasta que la aeronave cayó.
Los dos ocupantes de la avioneta sufrieron golpes, pero nada de gravedad, gracias a su formidable reacción.
Esa fuerte experiencia hizo que don Rogelio tomara la decisión de dejar de dar clases de aviación, por lo que después de eso solo hizo servicios ejecutivos para empresas como taxista aéreo.
“Desde que era niño soñé con ser piloto y lo logré, siento que cumplí esa etapa, fui muy feliz mientras pilotaba, pero ahora que no lo hago también soy feliz, no me hacen falta los aviones.
“Después de retirarme hice varios viajes con mi familia, cuando hicimos el primero me subí en el avión y pedí permiso para ir a la cabina y hablar con los pilotos y todo, pero solo esa vez lo hice, en los demás viajes me he ido tranquilo como pasajero”, agregó Navas.
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Don Rogelio dice que trata de llevar una vida tranquila en la que chinea lo más que puede a su esposa y disfruta mucho a sus dos nietos.
“Disfruto mucho estar con mi familia, me pensioné hace unos cuatro años y esta nueva etapa me gusta mucho. Intento no estresarme y por eso evito manejar porque las presas que hay ahora son terribles. Yo vivo en Escazú y cuando voy a San José a hacer algún mandado prefiero ir en bus y muchas veces me he devuelto a pie para hacer ejercicio”, relató el hombre, quien ahora tiene 69 años.
Pocos saben que mes y medio antes de que él se estrellara en el Virilla, había tenido un accidente aéreo en el desierto de Sonora, Estados Unidos.
“Las dos experiencias fueron muy seguidas y me hicieron cuestionarme si debía seguir siendo piloto o mejor lo dejaba hasta ahí, aún así continué trabajando en eso como tres años más.
“Cuando uno ve la muerte tan de cerca la vida le cambia, uno se vuelve más humano, más sensible, analiza más las cosas y se valoran más los pequeños detalles.
“En los dos accidentes, en lugar de pensar que me iba a morir, lo que pensaba era en mi familia, en que no volvería a mi hogar”, relató.
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La semana pasada el piloto revivió los duros recuerdos de los accidentes al ver en las noticias del percance que tuvieron dos pilotos argentinos en Pavas.
“La avioneta en la que ellos se estrellaron era igual a la que pilotaba yo el día que me accidenté en el Virilla, por supuesto que uno no puede evitar recordar los afortunado que es al estar vivo después de sufrir una situación como esa”.
Don Rogelio dice que le agradece a Dios el permitirle cumplir el sueño de volar, pero sobre todo el ayudarlo a superar los momentos difíciles y dejarlo llegar a disfrutar de su retiro al lado de sus seres queridos.